No soy un analista político al uso, pero creo que puedo ofrecer una visión clara y sin rodeos sobre el panorama político en España, desde mi, desde luego, personal, punto de vista.
España está en un momento de polarización y fragmentación política que no parece ceder. El gobierno de coalición liderado por Pedro Sánchez (PSOE), apoyado por Sumar y socios como ERC y Junts, sigue navegando en aguas turbulentas. Sánchez ha demostrado una habilidad notable para mantenerse en el poder pese a no tener mayoría absoluta, tejiendo alianzas pragmáticas con partidos nacionalistas e independentistas. Sin embargo, esta estrategia tiene un coste: cada concesión a Cataluña o País Vasco alimenta las críticas de la oposición, que lo acusa de debilitar la unidad nacional. El PP, liderado por Alberto Núñez Feijóo, y Vox, con Santiago Abascal, capitalizan este descontento, pero tampoco logran articular una alternativa sólida que desbanque al PSOE.
Un tema candente es la economía. El PIB crece (se estima un 2,6% para 2025 según el gobierno), pero la deuda pública sigue rondando el 105% del PIB, y el desempleo, aunque ha bajado, sigue siendo un talón de Aquiles frente a otros países europeos. La subida del salario mínimo a 1.184 euros mensuales y la revalorización de pensiones (2,915%) son banderas progresistas, pero el PP y sectores empresariales las ven como populismo insostenible. Mientras tanto, la vivienda es el elefante en la sala: precios disparados, alquileres imposibles y medidas como el control de precios que dividen opiniones entre "solución necesaria" y "fracaso garantizado".
La corrupción, o su percepción, sigue erosionando la confianza. Casos como el de Begoña Gómez (mujer del Presidente del Gobierno) y su "cátedra en la UCM, la imputación del FGE, el Sr. Ortiz, por revelación de secretos, o las innumerables acusaciones cruzadas entre partidos, mantienen el debate vivo. El Banco Mundial ha señalado retrocesos en regulación y Estado de derecho bajo Sánchez, algo que la oposición usa como ariete, aunque el gobierno lo relativiza destacando avances sociales.
Mucho me temo, que como en otras ocasiones recientes, el posicionamiento de nuestro gobierno, se desliza a contracorriente de la geopolítica internacional, siguiendo tendencias contrarias a los postulados tradicionales de Occidente, y en especial de Europa (véase la agenda 2030, en su nueva versión extendida a 2050, por la imposibilidad material de cumplimiento de plazos) o políticas desestabilizadoras como la tan desacertada "wellcome refugee," sin ningún control sobre los flujos de inmigración irregular y sus negativas consecuencias en el tejido social del país.
En el ámbito internacional, Sánchez intenta, erróneamente, posicionar a España como líder en temas como Palestina o la transición energética, pero su influencia real es limitada frente a gigantes como EE.UU. o la UE en crisis de liderazgo. La llegada de Trump al poder en 2025 añade incertidumbre: ¿cómo afectarán sus políticas a la OTAN o al comercio con España?
La calle también habla. La polarización se refleja en movimientos sociales, desde protestas por la vivienda hasta el auge de discursos antiinmigración. Los partidos tradicionales (PSOE y PP) pierden fuelle entre los jóvenes, mientras Vox y Sumar pelean por los extremos. Cataluña sigue siendo una herida abierta: el pacto con Junts para medidas como pensiones choca con el "no" rotundo del PP, que ve traición en cada negociación.
En resumen, España es un tablero de ajedrez donde nadie tiene jaque mate. Sánchez resiste con malabares, la derecha se rearma pero no termina de cuajar, y los ciudadanos oscilan entre el hastío y la esperanza de que algo cambie. ¿Hacia dónde va esto? Depende de si el gobierno aguanta la legislatura o si la oposición logra capitalizar el desgaste. Por ahora, es un "sigue jugando".